
Los hinchas de River ya tienen que festejar: no es porque el equipo adquirió nuevas incorporaciones rutilantes; no es porque la selección finalmente jugará en el Monumental; tampoco es porque se terminó la "presidencia" de Aguilar... La felicidad más grande que un hincha millonario puede tener está reflejada en un solo apellido: Ortega.
Su cuarta vuelta fue soñada, imaginada, como la de aquella tarde lluviosa en el monumental, cuando luego de una recaída y de varias semanas sin jugar, el burrito clavó una vaselina exquisita frente al atónito Saja: Ariel volvió a repetir esta jugada, pero en las frías (aunque sea verano) tierras canadienses. El festejo de Ortega sonó fuerte en todo el país. Desde cada casa, los hinchas riverplantenses festejaron, sonrieron y se emocionaron con la vuelta del máximo ídolo en la historia del club.
Además del gol, Ariel se mostró participativo, rápido, inteligente y preciso en cada intervención. Como en su anterior etapa, en la que fue la figura del River campeón de Simeone, con su juego y su entusiasmo contagio a todos sus compañeros: Archubi dejó de ser aquel jugador insípido a un volante punzante y con criterio. Abelairas recuperó su olvidada entrega correcta de la pelota y tuvo en Barrado un buen socio para las iniciativas en la ofensiva millonaria.
No hace falta aclarar que River necesita a Ariel tanto como él a la institución: son como ese amor de toda la vida, que por más peleas, distanciamientos y desencuentros que haya, los dos siempre van a estar en el corazón del otro.
Volvió la magia. Volvió el ídolo, y con él, River es otra cosa.
Sebastián Murstein
El Gol: